"De iPhones y músculos: el sorprendente encuentro de un influencer en el foro de 'Gladiator II'" | ICON | EL PAÍS
La página web de estilo y cultura popular Culted ha designado hace unos días un síndrome cinematográfico que todos habíamos advertido, pero al que no logramos ponerle un nombre ni definir con precisión. ¿Cuál es el síndrome? Algo similar a un anacronismo visual: rostros y cuerpos en películas de época que se perciben... ajenos a su tiempo. ¿Qué denominación ha dado Culted? "Cara de iPhone". "La cara de iPhone se manifiesta cuando las características de una persona son tan contemporáneas que, como espectador, simplemente sabes que esa persona ha tenido en sus manos un iPhone”, escribe Robyn Pullen en Culted. “Puede ser por las facciones de su rostro, por sus dientes o por su presencia en general. Muchos podrían suponer que se debe a intervenciones estéticas, carillas o estilos de peinado y maquillaje extremadamente modernos, pero tener cara de iPhone puede consistir, en esencia, en la vibra que alguien proyecta".
Curiosamente, el que podríamos llamar problema de la “cara de iPhone” va mucho más allá de la cara y se extiende muchos años atrás en el tiempo, cuando ni siquiera existía el iPhone. Hay un ejemplo seminal, porque aquel anacronismo físico llegó a las críticas cinematográficas de la película. Año 2005: se estrena La guarida del miedo, descafeinado título español para el original The Amityville Horror, una nueva versión del título clásico de casa encantada, originalmente estrenado en los años setenta y que, como aquel, se desarrollaba en los años setenta. Lo protagoniza Ryan Reynolds, que sustituye como padre de familia al original James Brolin. Durante toda la cinta, Reynolds, con un cuerpo fibrado, musculado, depilado y sin una gota de grasa, se dedica a cortar leña en el jardín con un pijama de cintura muy baja que deja ver, sobre todo, unos oblicuos en los que se podrían apilar libros. Como única referencia al hombre de a pie setentero, una tupida barba sobre aquel cuerpo de superhéroe (acababa, claro, de rodar Blade II).
Dijo entonces una crítica lo siguiente: “El hecho de que alguien pensase que era buena idea regodearse en el perfectamente esculpido torso de Reynolds, obviamente construido por un entrenador de Beverly Hills y Dios sabe cuántas horas en el gimnasio, e intentar vendérnoslo como el cuerpo de un hombre de los años setenta que consiguió ese físico trabajando en la construcción, es tan ridículo como insultante. James Brolin resultó mucho más creíble en la película original simplemente por la virtud de no parecer un modelo de ropa interior”.